domingo, 14 de noviembre de 2010

IGLESIA PATRÍSTICA Y DEMONIZACIÓN


                 SECCIÓN III

                 IGLESIA PATRISTICA Y DEMONIZACIÓN


Dice Murphy:

“La Escritura, la historia de la iglesia y la experiencia contemporánea demuestran que, en condiciones inusuales de pecado, ya sea propio o de otros en contra de ellos, algunos cristianos llegan a estar demonizados. […] Como hemos visto, los padres de la iglesia comprendían que los creyentes demonizados antes de convertirse a Cristo no quedaban automáticamente liberados de los demonios que vivían en ellos cuando el Espíritu Santo entraba en sus vidas en el momento de la conversión. También sabían que la liberación completa sería más bien un proceso que una crisis. Los nuevos creyentes eran edificados como catecúmenos en la verdad de Cristo y luego, para asegurarse finalmente de su plena liberación de los espíritus malos, los trataba el orden de los exorcistas, a los cuales nombraba la iglesia para realizar este ministerio. Según J. Warwick Montgomery[1], todo ello se concluía antes de bautizar a los convertidos” [2].

“Como hemos repetido en varias ocasiones, la iglesia patrística reconocía que los verdaderos creyentes que habían participado o participaban aún en la idolatría, el ocultismo, el culto a los espíritus y la magia podían hallarse demonizados incluso después de recibir a Cristo como Salvador”[3].

Los padres apostólicos tomaban tan en serio el reino de lo demoníaco que hacían pasar automáticamente a los nuevos convertidos del paganismo por ritos de liberación de lo sobrenatural maligno, una práctica que hemos perdido en detrimento nuestro”[4]

 ¿Dónde están las fuentes de su afirmación?

Da mucha clase y parece respaldar ampliamente nuestras argumentaciones citar a los padres de la iglesia. Es muy fácil hablar de que los padres de la iglesia o los padres apostólicos eran partidarios de la demonización de creyentes; pero ¿dónde están estas fuentes? ¿De quiénes se habla realmente? ¿De dónde sacan entonces los partidarios de la demonización de creyentes esta información referente a los padres de la iglesia, y a qué padres se refiere? ¿Qué es lo que estos dicen respecto a la demonización?

Murphy, aunque hace muchísimo énfasis en ellos y su preclaro entendimiento en este asunto, por desgracia, no menciona prácticamente ninguna fuente para avalar sus constantes afirmaciones en este sentido. Cita sin embargo a uno de los defensores de la demonización, a Jeffrey Burton Russell en “Satan: the Early Christian Tradition”.

Una severa advertencia: ¡Los padres de la iglesia no son autoridad normativa de fe!

Es necesario decir, antes de entrar a exponer algunas de las opiniones de los padres de la iglesia que: Nosotros, los cristianos evangélicos, no damos (o al menos no deberíamos dar) a sus escritos el mismo valor que conferimos a la Palabra de Dios; no así la iglesia romana, que enseña: <<La Biblia débase interpretar en conformidad del consenso unánime de los padres>>. La palabra de los padres a favor de la doctrina nunca fue, ni será, de igual valor que la Palabra de Dios. Lo que los padres de la iglesia dicen puede verse respaldado y tener el sello de aprobación de la Palabra de Dios y el Espíritu que la inspiró, o ser desmentido por ella. En otras palabras: sus escritos “no sientan cátedra”; no obstante son considerados de un valor elevado por la proximidad histórica y la cercanía e influencia recibida de los mismos apóstoles del Señor.

Leamos estas palabras del propio San Agustín:

“Nosotros no recibimos las opiniones de los hombres por más ortodoxas que sean, en el mismo grado de las Escrituras canónicas, de manera que no podamos desaprobarlas si halláramos alguna cosa contraria a la verdad. Así yo procedo con los escritos ajenos, y así deseo que otros hagan con los míos”[5].

Y también:

“Yo leo los escritos de los doctores, por santos y sabios que ellos sean, creyendo verdadero lo que ellos dicen, lo creo no porque ellos lo dicen, sino porque lo prueban las Escrituras canónicas”[6].

                PADRES DE LA IGLESIA Y EXORCISMOS

Examinemos ahora la postura de los padres de la iglesia con respecto al tema que nos ocupa. Me parece importante estudiar este tema, pues es algo que Murphy repite una y otra vez y afirma que junto con la Escritura y la experiencia “demuestran” que algunos cristianos llegan a estar demonizados. ¿Cuál era verdaderamente la posición de los padres apostólicos y los post apostólicos acerca de que los creyentes puedan tener demonios?
Adelantaremos solamente que los padres de la iglesia, la mayoría bastante sanos en doctrina aunque no infalibles, ni siquiera se planteaban este tema porque, en primer lugar, es absurdo, y en segundo lugar, nunca se vio la necesidad de practicar tales liberaciones en creyentes verdaderos. No está legislado en ninguna de las constituciones eclesiásticas, ni registrado en ninguno de sus escritos. Eso sí, querían asegurarse de todas las maneras posibles de que aquellos que habían expresado fe y querían hacerse cristianos (catecúmenos), no tuvieran ningún obstáculo que pudiese hacer que su conversión fuese espuria o insincera y que estas personas, la gran mayoría de las cuales provenía de ambientes paganos, no tuviese ninguna atadura, no solamente diabólica, sino mundana que a la postre les hiciese desviarse del camino que emprendían.

I  Los padres apostólicos (S.I-II) no hacen ninguna alusión a exorcismos y
                    menos aun acerca de la demonización de cristianos

Cuando hablamos de los padres apostólicos nos referimos a Clemente Romano, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna, el autor de la llamada carta de Bernabé, Papías de Hierápolis y Hermas. Estos aún presentan una doctrina pura y neotestamentaria.
En primer lugar diremos que no hay ninguna alusión a exorcismos en los escritos de los padres apostólicos, excepto a aquellas liberaciones de demonios del Nuevo Testamento a los cuales podían hacer referencia. Tampoco se habla en éstos escritos acerca de alguna posibilidad de “creyentes endemoniados”.
 Sin embargo, Russell en su libro “Satan: the early Christian Tradition” (un recorrido a través la historia de la iglesia hasta el siglo V), que a mi parecer muestra trazas de dualismo, sugiere haber encontrado en éstas palabras de Bernabé, hablando de Mt.12:45 y Lc.11:24-26, una posible referencia a la demonización, no a posesión: <<El corazón, símbolo del Espíritu, se convierte en una casa de demonios cuando es idólatra>> pág.40. Aunque confiesa que no está claro lo que esto significa para él.    

Dice también Russell, defensor de la demonización de cristianos: 

“Al sacar a la palestra la cuestión de la teodicea, los gnósticos obligaron a los padres de la iglesia a idear una demonología coherente que faltaba en el Nuevo Testamento y en el pensamiento apostólico. El énfasis del gnosticismo en el poder del diablo y en la maldad del mundo material, hizo que los padres reaccionaran definiendo meticulosamente dicho poder y defendiendo la bondad esencial del mundo creado por Dios”[7].

Aquí podemos apreciar que Russell nos está hablando ahora de los padres apologistas o defensores de la fe, que luchaban contra el gnosticismo, entre otras falsas doctrinas. En alguno de ellos, como veremos a continuación si se nos habla de exorcismos.
Se debe mencionar también, respecto a las palabras de Russell, que en el Nuevo Testamento no falta absolutamente nada que no debamos saber respecto a los demonios. Por lo tanto, ni nosotros ni los padres apologistas tenemos derecho a “idear” ninguna “coherente demonología” aparte de lo que las Escrituras nos han revelado ya.

    II  Los padres apologistas o defensores de la fe (Ante Nicenos) S.II-III
           
Entre los padres apologistas o ante nicenos (anteriores al concilio de Nicea) se cuentan: Justino Mártir, Atenágoras, Teofilacto, Minucio Félix, Clemente de Alejandría, Hipólito de Roma, Orígenes, Tertuliano y Cipriano, obispo de Cartago. Éstos son considerados defensores del Evangelio y bastante sanos en cuanto a doctrina se refiere, no obstante hay prácticas extra bíblicas y en algunos de sus escritos algunos errores, y formas de expresión que inducirían a otros errores: <<Todos ellos son también fieles al Evangelio, pero empiezan a expresarse en un lenguaje que más tarde otros explotarían para desviarse de la iglesia primitiva>>[8].

                           Breve contexto histórico

Es importantísimo ahora para entender el tema que estamos desarrollando el contexto histórico en el que tienen lugar estos acontecimientos.

En estos siglos (finales del siglo II y III) empezaron a cambiar muchas cosas en la iglesia, hasta entonces fiel. Grandes herejías entraron en el seno de la iglesia tales como el Montanismo o el Gnosticismo. También papas y obispos indulgían en corrupción y anhelaban mayor poder y posicionamiento social e incurrían en herejías. Obispos de Roma como Calixto I (217d.C.), eran tan laxos en la disciplina y de tan poco rigor a la hora de admitir personas como “conversos” que no dudaban en admitir en la iglesia a todo aquel que lo solicitaba, tras una pequeña penitencia. Aunque había también otros que pretendían frenar la corrupción y mantener la moralidad, la disciplina y la pureza doctrinal que les había sido transmitida. 

Por otra parte, aunque los cristianos son objeto de las encarnizadas persecuciones por parte de los emperadores de esa época (entre otros: Septimino Severo, Maximiniano, Decio, Valeriano, etc.), la iglesia crece a un ritmo asombroso y hay muchísimas personas, principalmente provenientes del paganismo, que desean hacerse cristianos. Por su parte otros, como describe Cipriano, Obispo de Cartago, desertan,  turbando profundamente a las comunidades cristianas. Son los “lapsi”. Por tanto, los líderes de la iglesia que desean ser fieles a las enseñanzas apostólicas y a la disciplina de la vida cristiana se ven en la necesidad de constituir una normativa o constitución eclesiástica sólida.  

     1.      Mención a los exorcismos por parte de los padres apologistas

Aquí tenemos las primeras menciones a los exorcismos por parte de los padres apologistas.  

“Fuera del exorcismo en sentido estricto - es decir el de echar demonios de los posesos – [el cual se practicaba en el Nuevo Testamento] el ritual católico, siguiendo las tradiciones tempranas, ha retenido variedad de otros exorcismos de los cuales vamos a hablar ahora. [...] Lo tenemos de la autoridad de los escritores de los primeros tiempos quienes se refieren a este tema. En los primeros siglos, no sólo el clero sino también los laicos eran capacitados con el poder de Cristo para liberar a los endemoniados y energúmenos, y Su éxito [exorcismos] era citado por los apologistas como prueba del origen divino de la Religión (Justino Mártir, Apol.,6; P.G., VI, 453; Dial., 30,85; ibíd., 537,676 sq; Minutius Félix, Octav.,27,P.L.,III; Origen, Contra Celsum.,I,25; VII,4,67; P.G., XI,705,1425,1516; Tertuliano, Apol.,22,23; P.L., I,404 sq; etc)”[9].

La información que encontramos en los escritos de estos padres, como Justino u Origen, o Tertuliano, se refieren a los exorcismos (que en aquel tiempo eran llevados a cabo por clérigos y laicos). En ningún momento se hace referencia a exorcismos hechos a creyentes verdaderos, sino al éxito de esas liberaciones como prueba del poder de Dios y el origen divino de la Religión.
  
Sigue diciendo:

“Es claro en todos los testimonios que ningún tipo de magia o medios supersticiosos fueran utilizado, sino que, en los primeros siglos como en los tiempos ulteriores, se usaba una simple y autoritaria orden dirigida al demonio en el nombre de Dios y más específicamente en el nombre de Cristo crucificado. Era la forma usual de exorcismo”[10].

Y más adelante podemos ver menciones de estos padres a las añadiduras que se empezaron a practicar, extra bíblicamente, muchas de ellas con las cuales estaban de acuerdo:

“Algunas veces, añadiendo a las palabras, se usaba acciones simbólicas como el soplo (insufflatio), la imposición de las manos o haciendo la señal de la cruz. San. Justino dice que los demonios vuelan con el " toque del soplo de los cristianos " (II Apol., 6) como de una llama que los quemara, añade San Cirilo de Jerusalem (Cat.,XX, 3, P.G., XXXIII, 1080). Origen menciona la imposición de las manos, y San Ambrosio (Paulinus, Vit.Ambr., n.28, 43, P.L, XIV, 36,42), San Efrén Syro (Greg. Nyss., De Vit. Ephr., P.G., XLVI, 848) y otros usaban esta ceremonia en los exorcismos. La señal de la cruz, esta corta y simple forma de expresar su fe en el Crucificado, invocando su Divino poder, es alabada por muchos Padres por su eficacia contra todo tipo de molestia demoníaca (Lactantius, Inst., IV, 27, P.L., VI, 531 sq.; Atanasio, De Incarn. Verbi., n.47, P.G., XXV, 180; Basilio, In Isai., XI, 249, P.G., XXX, 557, Cirilo de Jerusalén, Cat., XIII, 3 col.773; Gregorio Nazianzen, Carm. Adv.iram, v, 415 sq.; P.G., XXXVII, 842). Los Padres recomendaban que la orden y las oraciones que la acompañan fueran tomadas de la fuente de la Sagrada Escritura (Cirilo de Jerusalén., Procat., n.9, Col.350; Atanasio, Ad Marcell., n.33, P.G., XXVII, 45). El rito presente de exorcismo usado por la Iglesia está en perfecta concordancia con la enseñanza de los Padres y es prueba de la continuidad de la Tradición Católica en esta materia”[11].

Toda otra mención que se hace con referencia a los “exorcismos” por parte de los padres apologistas no aparecerá hasta principios del siglo III con Hipólito de Roma, presbítero de la iglesia en Roma, y en un claro contexto de catecumenado pre bautismal y bautismal.  

Antes de pasar a exponer los ritos de exorcismo de Hipólito, nos es necesario ver el contexto de estos rituales en el hecho del catecumenado.

        Catecumenado y exorcismos

Dentro de lo que se consideran primeras normativas o constituciones de la iglesia romana, Justino Mártir con su Didaché, hace simplemente un esbozo de constitución eclesiástica y de catecumenado. También en Orígenes (hacia 185-254), principalmente en su obra Contra Celso, encontramos detalles sobre la estructura de la catequesis y la organización del catecumenado. Pero no será hasta aparición de una de las obras de Hipólito de Roma, “Tradición Apostólica” que se desarrollará plenamente y entrará en vigencia todo un ritual de catecumenado. Es en sí el más antiguo ritual con reglas fijas para la celebración de la eucaristía, la ordenación sacerdotal y episcopal y entre otras muchas cosas, instrucciones para los exorcismos.


          ¿Cómo se iniciaban las personas en el cristianismo?

Desde comienzos del siglo III, la estructura de preparación para convertirse en un cristiano por medio de los sacramentos, estaba ya determinada. Tertuliano solía decir “los cristianos no nacen, se hacen”. Él es quien saca a luz por primera vez la palabra “Cathechumenus. La palabra catecumenado procede del verbo griego katejéin, que significa resonar, hacer sonar en los oídos y, por extensión, instruir. Un catecúmeno es aquel (“al que se le instruye”).
El catecumenado era la única vía de entrada a la fe cristiana.  Como dice Lenzenweger en Historia de la Iglesia Católica:

“La entrada en la Iglesia se realizaba en el bautismo, descrito ya por Pablo como muerte y resurrección a una nueva vida (Rom. 6,3-14). De acuerdo con la importancia y alcance de este acontecimiento, la Iglesia primitiva configuró la entrada en las comunidades. Y el número creciente de candidatos al bautismo impuso la necesidad de tomar las debidas precauciones. Con el fin de comprobar la seriedad de la conversión y de ejercitar la vida de fe, el catecumenado precedía a la recepción del bautismo. Referencias claras a esta preparación encontramos ya en Justino, pues aquellos «que creen y prometen llevar una vida inspirada por la fe fueron conducidos a la oración el ayuno y el arrepentimiento (Justino, Apol.I, 61,2 Goodspeed70) [12].

             ¿Eran los catecúmenos creyentes verdaderos?

Ahora debemos tratar una cuestión esencial para nuestro tema: ¿Eran los catecúmenos verdaderos creyentes, o personas que se iniciaban en la fe, o una mezcla de ambos? ¿Cuál era la opinión de los padres acerca de esto?
¿Por qué es tan importante este asunto? Sencillamente porque los partidarios de la demonización que citan a los padres de la iglesia, hacen mención de que aquellos que eran exorcizados eran verdaderos creyentes. Estos tenían espíritus malos y debían ser tratados por el orden de los exorcistas en un lento proceso de exorcismos hasta que fuesen liberados de todos los demonios

                               Algunas definiciones

Algunos han definido a los antiguos catecúmenos como “conversos al cristianismo” que estaban preparándose para el bautismo[13]. Como vimos, catecúmeno es el que está siendo instruido (katejéin); más en concreto, el que está siendo iniciado en la escucha de la Palabra de Dios. Así pues, catecúmeno era la palabra para designar al candidato a la iniciación de la vida cristiana.

Veamos en palabras de T.B. Scannell un pequeño resumen de su significado y los ritos de admisión al catecumenado: 
“‘Catecúmeno’ en la iglesia de los primeros tiempos, era el nombre aplicado a quien no había sido todavía iniciado en los sagrados misterios, pero experimentaba un curso de preparación para este propósito. [...] II. Los catecúmenos fueron divididos en meros oyentes (audientes, akromeni) y catecúmenos propiamente dichos; y en cada etapa había una preparación triple - catequética, ascética, y litúrgica.
(1) Si un pagano deseaba hacerse un Cristiano recibiría alguna instrucción elemental en las doctrinas fundamentales y las prácticas de la Iglesia (ver la DOCTRINA CRISTIANA). Tenía que mostrar por su conducta que estaba consciente del paso que estaba a punto de tomar. Hasta ahora, él estaba sólo en la etapa de oyente, y no era contado como Cristiano en absoluto. Se le permitía estar presente en la primera parte de la Misa, pero era retirado inmediatamente después del sermón. (2) Tan pronto como sus instructores estuvieran satisfechos de su deseo de perseverar, el oyente era promovido a la jerarquía de catecúmeno. Él ahora tenía el derecho a ser llamado Cristiano, aunque él no fuera considerado como uno de los "fieles". ¿" Pregunte a un hombre, ' usted es Cristiano? ' Él contesta, "No", si él es un pagano o un judío. ¿Pero si él dice 'Sí', se pregunta otra vez, ' usted es un catecúmeno o un fiel? ' " (San Aug, " In Joan. ", xliv, 2, P.L., XXXV, 1714). En los primeros años los ritos de admisión al catecumenado eran bastante simples, pero con el transcurso del tiempo se hicieron más complejos. Al principio los candidatos simplemente eran signados sobre la frente con el signo de la cruz, o le eran impuestas las manos con oraciones apropiadas; y a veces ambas ceremonias fueron usadas. Así San Agustín en su modelo de una instrucción para un oyente dice: " Debería ser preguntado si él cree lo que él ha oído, y si está listo para observarlo. Si él contesta afirmativamente él debiese ser solemnemente signado y tratado según la costumbre de la Iglesia " (solemniter signandus est et ecclesiae más tractandus. - De Cat. Rud., xxvi, P.L., XL, 344). Eusebio menciona la imposición de manos y oración (Vita Constantini, iv. 61, P.G., XX, 1213). Entre los Latinos, y sobre todo en Roma, la insuflación acompañada con una forma de exorcismo y colocando en la boca un poco de sal exorcizada, fue empleada en adición a la signación con la cruz y la imposición de manos. Otros ritos eran la apertura de los oídos (Marcos, vii, 34) y la unción. Mirar Martène, " de Antiquis Ecclesiae Ritibus "(Rouen, 1700), Yo, donde varios ordines fasciendum Christianum, o catechumenum, son dadas; Chardon, " Hist. des Sacrements ", en Migne " Theol. Cursus Completus ", París, 1874, XX, 31 sqq., 149 sqq.[14]
Antonio Rivero define al catecúmeno como adulto pagano que quería recibir el bautismo y al catecumenado como una selección de candidatos, más segura,  de los que querían entrar en la fe :
  
“Septimio Severo (193-211): prohibió el proselitismo cristiano bajo pena de graves castigos; y prohibió también el catecumenado, es decir, la preparación de los adultos paganos que querían recibir el bautismo.[...] El catecúmeno debía saber de memoria el credo; se le instruía además en la doctrina cristiana, en los ritos, oraciones y cantos. Sirvió el catecumenado para seleccionar candidatos con más seguridad. La mayoría de los que entraban en la fe eran adultos. La selección permitía posponer el bautismo a quienes todavía practicaban oficios o profesiones que chocaban con la doctrina cristiana, hasta que cambiaran de oficio. Tal era el caso de los actores eróticos y gladiadores. ¡Qué conciencia se tenía de la dignidad cristiana!”[15].

Un “catecúmeno” era  también la persona que había escuchado las Buenas Nuevas de Jesucristo. Había, supuestamente, escuchado con fe, y comenzaba ahora, apadrinado y previo examen de moralidad de vida, un proceso de conversión que duraba tres largos años. Ahora era el tiempo de exponerle más claramente la Palabra de Dios e instruirle en la doctrina y los misterios de la fe. Todo el proceso concluiría finalmente con el bautismo. No era hasta después del bautismo—como Lenzenweger nos dice—que entraban en la iglesia, esto es, que accedían a los sacramentos y a la plena participación de la comunidad. Como también nos dice el arqueólogo Alejandro Bertolino:

“La misma eucaristía era administrada, por vez primera, como conclusión de las ceremonias con las que el catecúmeno se había transformado en un verdadero fiel. Como tal, el candidato, después de ser bautizado y confirmado entraba en la iglesia para poder participar de la Misa, por vez primera en su vida, donde tomaba parte también en el banquete eucarístico, juntamente con la totalidad de la comunidad cristiana”[16].

Además, no necesariamente todos los que pasaban el periodo de instrucción y se bautizaban habían tenido una experiencia real y transformadora con Cristo. En muchas ocasiones había intereses personales entremezclados:

“Los motivos de Conversión son inadecuados, se pasa de motivos Sobrenaturales a motivos de Interés, lo que hace de la Iglesia una Institución y no una Comunidad de Fe: muchos buscan bautizarse para casarse con un Cristiano (Lo denuncia San Ambrosio); otros para satisfacer al Patrón Cristiano o a un Amigo (Cirilo de Jerusalén); otros por ambición política. San Agustín aconseja el discernimiento.
El reenvío del Bautismo: otra desviación es permanecer catecúmenos a tiempo indefinido y dejar casi para el momento de la muerte el Bautismo para no renunciar al pecado ni asumir la responsabilidad de la Fe. San Juan Crisóstomo dice que comportarse de esta manera, dejar el Bautismo para el momento de enfermedad es ser como el soldado que para enrolarse espera que termine la guerra”[17].
  
                             El declive del catecumenado

Al final, debido a los nuevos cambios de posición social del cristianismo, el catecumenado perdería su uso:

“Durante los años de persecución la necesidad de la institución fue realizada, y en los intervalos de paz las disposiciones fueron más y más elaboradas. Sin embargo, cuando el Cristianismo finalmente triunfó sobre el paganismo, las razones para conservar el catecumenado se hicieron menos urgentes. La mayoría era nacido en familias Cristianas, entonces eran criados en la Fe, y estaban fuera del peligro de caer en el paganismo. Más adelante, con el desarrollo creciente de la doctrina de la gracia y del pecado original, la práctica del bautismo precoz se hizo una regla. Posteriormente, la conversión de los bárbaros excluyó la posibilidad de someterlos a cualquier período prolongado de preparación. De ahí el catecumenado gradualmente cayó en desuso, y simplemente ha dejado rastros en los ritos existentes de bautismo y acogida en la Iglesia”[18].


    ¿Qué opinaban los padres apologistas acerca del catecúmeno y el catecumenado?

Los trabajos de Clemente (en Alejandría, a finales del siglo II) testimonian claramente el uso de la palabra catecúmeno y la práctica catecumenal. La estructura es muy flexible. Hay mezcla de paganos y neófitos. El proceso dura unos tres años. En “El Pedagogo”, cada detalle concreto de la vida diaria es puesto en confrontación con el evangelio.

A su vez, Tertuliano, en África del Norte (160-220), escribe su “Tratado del Bautismo”. En él se observa que la iniciación bautismal es la única vía de entrada en la fe, y esto a través de sucesivas etapas: paganos-catecúmenos-fieles. Se requiere por tanto, un tiempo en el que se consolide y se verifique la conversión. Para Tertuliano el Bautismo es el “Sello de la Fe”, de una fe que antes ha tenido que ser suscitada y profundizada. La iniciación (catecumenado) la concibe como un único y mismo ingreso a la fe pero por etapas sucesivas. La distingue con tres verbos: Acceder a la Fe, Entrar en la fe y Sellar la Fe. Uno de los puntos a discernir es la sinceridad de los candidatos.  
También dice, reprochando a los herejes en medio de ellos, dando a entender que era difícil saber quién era verdaderamente un catecúmeno y quien no:  
 "No se sabe cuál es el catecúmeno y cual el fiel, todos vienen a ser iguales [hacia los misterios], todos oyen los mismos discursos y dicen las mismas oraciones" (quis catechumenus, quis fidelis incertum est; pariter adeunt, pariter audiunt, pariter orant)"[19].

Justino alude a la Evangelización Preliminar: es un trabajo que lo hace todo cristiano de manera flexible y espontánea; es misión de todo cristiano que pasa a ser el Padrino del postulante (catecúmeno). Pero a la vez debe ser una instrucción profunda y precisa. El aspirante se comienza a interesar por Cristo y por el Cristianismo. Se anuncia la Buena Noticia que suscita un acto de fe global hacia el Misterio Cristiano. En segundo lugar hay un largo período de Formación para discernir tres elementos de admisión al Bautismo. Es el Catecumenado propiamente dicho, que es un tiempo de formación en la fe y costumbres cristianas, por medio de este se busca:
Ø    El arrepentimiento de las culpas. Porque en el Bautismo se lavan los pecados.
Ø    La fe en la Iglesia como maestra de vida.
Ø    Cambio de vida. El sacramento se da a quien vive como Cristo ha enseñado.

Cirilo de Jerusalén enseñando sobre la inutilidad del bautismo sin una verdadera conversión a Cristo: A este punto la presencia de tu cuerpo sin la de tu mente no serviría de nada. El mismo Simón un día se presentó al Bautismo. El fue sumergido pero no iluminado. Sumerge su cuerpo en el agua, pero no aseguró de hecho su corazón a la luz del Espíritu. Su cuerpo sumergió y salió pero su alma no fue puesta en el sepulcro con Cristo para resucitar con El. Si tú permaneces con tus malvadas disposiciones, aquel que te habla está sin culpa, pero no te esperes recibir la gracia: el agua te recibirá, cierto, pero el Espíritu no te acogerá.

Y Atanasio dice: El Salvador no ha solamente ordenado Bautizar, sino que ha dicho antes: Enseñad y después Bautizad, a fin que de la enseñanza naciese la recta fe y con la fe nosotros fuésemos iniciados por medio del Sacramento.
Podemos también observar en este texto de Daniélou la opinión de San Agustín:

En la Iglesia del siglo IV, el catecumenado comprendía cuatro etapas claramente diferenciadas. La primera es la de los candidatos o accedentes, que nos pone en presencia de paganos o de herejes. San Agustín los designa como personas rudas, es decir, todos aquellos que son todavía incultos por completo en las cosas relativas a la fe y a la vida cristiana. Durante este primer estadio, esas personas, ajenas todavía por completo a la Iglesia, se informan acerca de ella. Cuando ya están decididas a prepararse para el bautismo, deben presentarse ante la persona encargada de examinarlas. En Cartago se ocupaba de ello un diácono llamado Deogracias. Este les exponía lo esencial de la fe. De esto trata San Agustín en su libro De Catechizandis rudibus. Si se comprobaba la sinceridad de su decisión, se les admitía al catecumenado”[20].  
Según todos estos testimonios, vemos que ni siquiera los padres post apostólicos consideraban que los catecúmenos eran verdaderos creyentes, sino más bien, “candidatos a la vida cristiana”; “personas que habían de ser confrontadas con el Evangelio”; “un aspirante que comienza a interesarse por Cristo y el cristianismo”; “cristianos en estado de gestación”;  todavía “no discípulos”; “novicios” o “neófitos”; una “semilla” que crece poco a poco hasta el día que pudiera dar frutos. Y aún, ni el agua del bautismo sería eficaz si no había habido un verdadero cambio en el corazón.    
     
     2.     Los rituales de exorcismo bautismales

            Como dijimos, toda otra alusión a los exorcismos se hace dentro de un contexto de ritos de catecumenado o iniciación a la vida cristiana. Es a estos más concretamente a los que se refiere Murphy cuando cita a Russell diciendo:

“Los nuevos creyentes eran edificados como catecúmenos en la verdad de Cristo y luego, para asegurarse finalmente de su plena liberación de los espíritus malos, los trataba el orden de los exorcistas, a los cuales nombraba la iglesia para realizar este ministerio. Según J. Warwick Montgomery[21], todo ello se concluía antes de bautizar a los convertidos” [22].

Vamos a ver más de cerca los rituales de exorcismo practicados en el seno de la comunidad cristiana en la figura de Hipólito de Roma y en su obra “Tradición Apostólica”.

  Hipólito de Roma (235-236) y la “Tradición Apostólica” (S.III d.C.)
            En la “Tradición Apostólica” (215) (T.A.) de Hipólito se ofrecen las primicias históricas de un ritual completo de iniciación a la vida cristiana o catecumenado. Dice que no son expresiones vacías, son exámenes serios que conducen a un cambio de vida: el ingreso al Catecumenado (durante unos tres años), preparación remota, y la preparación próxima (que coincide con la cuaresma) para la admisión al Bautismo. En esta etapa, los candidatos al bautismo hasta ahora oyentes (audientes) se llaman elegidos (electi). Los candidatos son juzgados por la Iglesia a través de los Padrinos, Catequistas y Ministros Sagrados.
En la “Tradición Apostólica” aparecen los ritos catecumenales de oración y de imposición de manos. En los momentos previos al bautismo hay una preparación con el denominado “óleo del exorcismo” y el “óleo de acción de gracias”. Se unge al que va a ser bautizado con éste óleo una vez que ha expresado su “renuncia a Satanás”[23]. Hay una tripe inmersión una después de cada profesión en la Trinidad. El que bautiza hace preguntas con imposición de manos. Después del baño hay un proceso de unciones e imposiciones de manos. Después se integra al candidato o catecúmeno en la asamblea con la oración de los fieles y el beso de paz fraternal.  Después de todo esto: “Cada uno se aplicará a hacer obras buenas, a agradar a Dios, a llevar una vida digna y a ser celoso por la iglesia haciendo lo que ha aprendido y progresando en la piedad”.
Observemos ahora con más detenimiento la explicación de uno de estos rituales en los que se recoge una complicada serie de exorcismos para catecúmenos:  
La Tradición apostólica recoge una complicada serie de exorcismos para catecúmenos. Incluso para el futuro catecúmeno se establece: «Pero si hay alguien que tiene un demonio (daemonium habet), no le dejes escuchar la palabra del maestro hasta que haya sido purificado» (15/16,8). Desde el momento en que han sido escogidos (separati sunt), han de ser exorcizados (exorkizein) diariamente; al acercarse el momento del bautismo, han de ser exorcizados por el obispo «para garantizar que todos están puros» (20/20,3). «Pero si hay alguien que no es bueno o puro, ha de ser enviado fuera, ya que este no ha escuchado la palabra con fe, porque es imposible que el Adversario (ho antikeimenos) esté siempre oculto» (20/20,4). El viernes o sábado anterior al bautismo el obispo vuelve a realizar un exorcismo: «El obispo pondrá una mano sobre ellos y conjurará a todo espíritu extraño a marcharse para no volver nunca. Al acabar el exorcismo, exhalará el aliento en su cara y, después de haber hecho la señal de la cruz en su frente, sus oídos y su nariz, los pondrá de pie» (20/20,7-8). En el momento del bautismo se hace un exorcismo con un segundo aceite (exorkismos) además del aceite de acción de gracias (eucharistia 21/21,9-10). Después de la renuncia a Satanás, el sacerdote lo unge con el óleo del exorcismo, diciendo: «Que todo espíritu salga de ti» (omnis spiritus abscedat a te: sic, el adjetivo «malo» no aparece en latín, 21/21,9-10).
Los catecúmenos no dan el beso de la paz, porque su beso no es todavía puro (18/18,3). En el agapé, al catecúmeno hay que darle pan exorcizado (panis exorcismi/exorkismos, 26/26,4). La señal de la cruz es una defensa para los fieles: «Si eres tentado, haz reverentemente la señal de la cruz (consignare/sphragizein) en tu frente; porque este es el signo de la pasión, conocido y probado contra el demonio, siempre que lo hagas con fe (...). Porque el Adversario, cuando se asoma al corazón (...) es puesto en fuga por el Espíritu que está en ti» (42/37,1-2)[24].

Como habrá podido apreciar el lector, no se aprecia ni una sola alusión a exorcismos hechos a creyentes, sino a pre-catecúmenos (exorcismo imprecatorio), o catecúmenos (exorcismo reprobatorio), como veremos a continuación. Estos últimos eran sometidos a los exorcismos reprobatorios por el obispo para “garantizar que eran puros”. Esto suponía—según ellos—una garantía para permanecer purificados completamente de toda influencia demoniaca, más aún al acercarse el momento del bautizo. 
Nótese además que se exorcizaba diariamente a todos los catecúmenos sin excepción, por el mismo rito. Se suponía que los que habían sido separados como catecúmenos no tenían demonio. Eran puros. Esto es una clave importante en este asunto porque como vemos, no se trataba de exorcismos específicos a algún endemoniado, sino exorcismos ritualistas por los que todos pasaban.  Como dice Murphy en su libro:
Los padres apostólicos tomaban tan en serio el reino de lo demoníaco que hacían pasar automáticamente a los nuevos convertidos del paganismo por ritos de liberación de lo sobrenatural maligno, una práctica que hemos perdido en detrimento nuestro”[25].
Si los motivos no eran puros en el candidato, o si se le encontraba no bueno, había de ser enviado fuera, pues esto era señal de que no habían escuchado con fe la palabra y el Adversario había sido descubierto.

                   El propósito de los exorcismos en la iglesia patrística

¿Cuál era el propósito de los exorcismos? ¿Por qué se practicaban los exorcismos? ¿Eran todos los catecúmenos endemoniados?
“Desde el comienzo de la Iglesia, se ha introducido la práctica de hacer un exorcismo a los catecúmenos como preparación al Sacramento de Bautismo. Esto no quería decir que eran considerados como obsesos[26] o endemoniados, sino que sólo podían haber sido sujetos por la presencia del pecado original y de los pecados personales en los adultos a la influencia del demonio a cuyas maniobras eran invitados a renunciar y de las cuales iban a ser liberados por la gracia del bautismo. El exorcismo en este caso es una anticipación simbólica de uno de los efectos principales del sacramento de la regeneración; y además, como era usado en el caso de los niños que no tenían pecados personales, San Agustín podía apelar a él contra los Pelagianos como argumento acerca de la doctrina del pecado original (Ep.CXCIV, n.46. P.L., XXXIII, 890; C. Jul.III, 8; P.L., XXXIV,705, y otros lugares)”[27].
Así pues, como es claramente demostrable, la gran mayoría de los rituales de exorcismo que se hacían a los catecúmenos no era porque tuviesen demonio (daemonium habet) –incluso se les practicaba a los niños en tiempos más tardíos—sino que se procedía a ello para liberarlos de toda influencia demoniaca a causa del pecado original y aquellos personales. Tenían que renunciar a ello. 

               Exorcismos de “imprecación” y “reprobación”

El exorcismo adoptaba además dos formas: imprecatorio y reprobatorio. El primero, menos común iba dirigido mediante oraciones imprecatorias a los poderes del mal, ordenándoles salir de la persona poseída. Los historiadores concuerdan al afirmar que esta forma de exorcismo era relativamente rara y que el hecho de la posesión debía ser cuidadosamente establecido antes de que se procediese al exorcismo.
En el segundo caso, y éste es el caso que nos ocupa dentro de los exorcismos prebautismales, los exorcismos eran de reprobación en forma de oraciones dirigidas a Dios el Padre, o a Cristo resucitado para que el catecúmeno se viese libre de todo tipo de mal preparándolos así para la hora del bautismo. Y esto es pura lógica pues, como vimos en el texto de la Tradición Apostólica, si había alguno que quería entrar en el catecumenado pero tenía demonio, no le permitían iniciarse, ni tan siquiera escuchar la Palabra, hasta que quedaba completamente liberado. Entonces, en el momento que eran escogidos (separati sunt), habían de ser exorcizados diariamente hasta el momento del bautismo. El bautismo abriría la puerta a la total liberación y regeneración. Además, estos exorcismos de reprobación eran contínuos y diarios.

               Rituales y creencias extra bíblicas

Como hemos podido observar en el anterior texto de Hipólito se mencionan cosas como: “no permitir que alguien con un demonio escuche la Palabra de Dios hasta que no haya sido purificado; conjuros a los espíritus extraños; exhalar aliento tras ciertos rituales y ungimientos. La Palabra de Dios no habla de ninguna de estas cosas. Ni tampoco hablan las Escrituras de pan exorcizado, ni de hacer la señal de la cruz para ahuyentar al diablo, etc, etc.
Estas cosas dice Hipólito acerca de los rituales prebautismales, pero si observamos algunos otros puntos de su obra Tradición Apostólica como son, por ejemplo, la primera parte donde habla de los cánones para la consagración y elección de un obispo y en la oración de consagración de éstos, Hipólito hace énfasis en: la sucesión apostólica y en el poder que éstos tenían para perdonar pecados:

Tú, Padre, que conoces los corazones, otorga a este tu siervo que Tú has escogido para el episcopado el poder de alimentar a tu rebaño, de ejercer tu sacerdocio soberano sin reproche, sirviéndote de día y de noche, para que él pueda tener propicio tu semblante y ofrecerte los dones de tu santa Iglesia, y para que, en virtud del espíritu del sacerdocio soberano, tenga poder de perdonar los pecados de acuerdo con tu mandamiento, para distribuir cargos según tu precepto, para desatar todo lazo en virtud del poder que Tú diste a los Apóstoles y para que él pueda serte agradable por la mansedumbre y pureza de su corazón, ofreciéndote un olor de suavidad por tu Hijo Jesucristo, por quien sea a Ti la gloria, el poder y el honor, al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo (en tu Iglesia) ahora y por los siglos de los siglos. Amén”[28].

Es aconsejable leer con atención y conocer bien las fuentes en las que nos apoyamos antes de empezar a construir una doctrina. Vemos como ya en estos siglos se empezaba a mezclar la Palabra de Dios con las tradiciones eclesiásticas y ritos de los hombres, por las supuestas “conveniencias de la iglesia”, lo mismo que habían hecho anteriormente los judíos con la Torá, añadiendo muchos otros preceptos y tradiciones sobre las Escrituras Veterotestmentarias. Además de esto, sabemos que todos estos rituales y muchos más han sido practicados por la iglesia católico romana hasta el día de hoy.
Por último, vamos a ver muy brevemente alguna otra referencia a rituales de exorcismo en los padres postapostólicos, veámoslo:

      III    Padres Post Nicenos (S.IV-V-VI)

Entre los padres postnicenos tenemos a “Eusebio, Hilario, Atanasio, Basilio, Efrem, los dos Cirilos, los dos Gregorios, Ambrosio, Epifanio, Crisóstomo, Agustín y Jerónimo. Este grupo se caracterizó por exponer el Evangelio a las masas ingresadas en la iglesia después de Constantino, así como de combatir la disidencia arriana surgida a raíz del Concilio de Nicea, o sea, el arrianismo”[29].
Es importante notar que con la llegada de la Paz Constantiniana y las grandes masas del paganismo que querían formar parte ahora de la “nueva religión oficial”, se impondría el bautismo infantil, se desarrollaría el periodo cuaresmal y al final, el “catecumenado” perdería su sentido general puesto que se perdería de vista la necesidad de una profunda conversión.

  En las catequésis mistagógicas de algunos de los padres postnicenos como Cirilo, Teodoro de Mopsuestia, Ambrosio, Paciano y otros, tienen también lugar los ritos de exorcismo y renuncia a Satanás. Estos momentos del ritual son presentados como un acto dramático: se está jugando la victoria de Cristo sobre Satanás. El diablo no quiere renunciar a los suyos y hay un gran combate en el cual el catecúmeno necesitará toda la ayuda de sus directores espirituales y toda oración. Allí entran también los diarios y continuos exorcismos para ahuyentar al diablo. La persona debía ser arrancada más y más del poder de Satanás y quedar ligada a Cristo. Al final el catecúmeno hacía un rito final de “renuncia a Satanás”  y adhesión a Cristo en el Jueves santo o el la noche de la pascua. Vuelto hacia occidente (morada de tinieblas) el catecúmeno manifiesta su condición de esclavo del pecado y después volviendose a oriente, (donde está el paraiso y la luz de Cristo) hace una solemne profesión de fe en el Padre el Hijo y el Espíritu Santo.   
Vamos a ver también un texto de Danielou, de necesaria lectura, y que no tiene desperdicio alguno.  En este texto nos habla del aspecto ritual dentro de la catequesis en la tradición patrística del siglo IV y también hace mención a los exorcismos indicándonos el aspecto de combate espiritual que suponía el catecumenado. Éste (el catecúmeno) debía ser ayudado en el combate pues iba a escapar de las garras del diablo, convirtiéndose en un creyente, parte de la iglesia de Cristo: 
 “Finalmente, tenemos que considerar el aspecto ritual. Estas semanas de preparación eran un tiempo de prueba, durante el cual el demonio trataba de conservar su poder sobre aquellos que estaban a punto de escapársele. En este combate contra el Príncipe de este mundo, el catecúmeno debía ser ayudado. A esto se refieren los exorcismos o scrutini que tenían lugar en Roma durante tres Domingos de Cuaresma (III, IV y V). Este aspecto del catecumenado como combate espiritual pone de manifiesto una tradición muy antigua. Según los más antiguos documentos catequéticos, como la Didaché y la Epístola de Bernabé, la catequesis se presenta, en efecto, bajo el aspecto de la doctrina de los dos caminos: el de Cristo y el de Satanás. Este esquema puede corresponder a un esquema judío anterior que encontramos en los manuscritos de Qumram. La elección del Evangelio de las Tentaciones de Cristo para el primer Domingo de Cuaresma se inspira en la misma perspectiva. La renuncia a Satanás y la adhesión a Cristo marcarán, ya en los umbrales del bautismo, el final de este combate”[30]

                                                 Sintetizando

1.- Las únicas referencias específicas que los padres apologistas hacen a los exorcismos se hallan en un contexto de rituales bautismales dentro del catecumenado. Todo otro comentario por parte de éstos no supone más que una alusión a las liberaciones en los Evangelios y los exorcismos que se llevaban a cabo en sus días como prueba del poder de Dios y el origen divino de la religión.  

2.- En ningún momento se habla de verdaderos creyentes que hubieran de ser pasados por ritos de exorcismo, sino más bien de “catecúmenos”, es decir, aquellos que aun no eran parte de la iglesia pero que deseaban formar parte de los cristianos y se iniciaban en la instrucción y los rituales para llegar a ser bautizados. Solo entonces, tras el bautismo eran considerados parte de la comunidad de fe y participaban de los sacramentos.

3.- Estos exorcismos no se practicaban solo a determinados catecúmenos sino a todos y cada uno de ellos, incluso a los niños. Esto nos da a entender que los exorcismos, de obligado cumplimiento, respondían a la celebración de un ritual eucarístico, más que una necesidad específica a causa de tener demonios.

4.- Por lo tanto, aunque en aquellos tiempos se practicaban los exorcismos (no solo por parte de clérigos, sino también de laicos), la naturaleza de los exorcismos diarios en el ritual prebautismal no era liberar paulatinamente de demonios a los catecúmenos, sino preservarles o protegerles de la acción maléfica de los poderes del mal y purgarles de toda influencia satánica. De ahí las continúas oraciones de reprobación.

5.- Las prácticas y los rituales mencionados no son escriturales. Éstas no se acercan lo más mínimo a lo que Jesús en los Evangelios o los mismos apóstoles del Señor nos hayan instruido hacer.     

6.- De ahí que no podamos dar a los escritos de los padres de la iglesia el mismo valor que conferimos a la bendita Palabra de Dios. No son autoridad en normativa de fe, ni base para nuestras prácticas.

7.- La ausencia de escritos y de registros tradicionales y rituales acerca de un posible exorcismo de creyentes, es una prueba más que significativa para descartar la idea de la demonización en la historia de la iglesia. De hecho la iglesia católico romana, seguidora fiel de todos estos rituales, como lo atestigua el actual Ritual Romano, “exorcismis et supplicationibus quibusdam, 1999”, hubiese seguido, hasta el día de hoy, exorcizando a sus fieles o creyentes.

8.- Los rituales de la temprana tradición católica, que siguen siendo usados hoy en día por dicha confesión[31], no sientan base para que nosotros, creyentes evangélicos, hagamos pasar a los no convertidos que desean escuchar el Evangelio por rituales de exorcismo. Menos aún a verdaderos creyentes asegurándoles tener demonio.
                                              
                                 Conclusión

¿Podríamos de alguna manera concluir que los padres del periodo post apostólico creían en la demonización de los cristianos? ¿Hablan ellos de algo de esto? Sinceramente, no se puede afirmar que la historia de la tradición eclesiástica aporte ni demuestre nada con respecto a la supuesta demonización de los creyentes.

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[1] Nota al pie nº 2 en el texto de Murphy haciendo referencia a: J. Warwick Montgomery “Exorcism: is it for real?” Christianity today (July26, 1974)
[2] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.53 “La realidad, la causa, la cura”. (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.
[3] Ibíd.
[4] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.1 “Cosmovisiones en conflicto”. (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.  Ver nota al pie de J. Warwick Montgomery “Exorcism: is it for real?”Christianity today (July26, 1974), así como las referencias a Jeffrey Burton Russell en “Satan: the early Christian Tradition”, Cornell University Press, Ithaca, N.Y., 1978.

[5]  San Agustín, Epístolas III, de Trin. III prooem 2.
[6]  San Agustín, Epístola 19.
[7] Jeffrey Burton Russell en “Satan: the Early Christian Tradition”, p.53 Cornell University Press, Ithaca, N.Y.,1978.
[8] Samuel Vila-Dario A. Santamaría, “Enciclopedia Ilustrada de Historia de la Iglesia”, Padres de la Iglesia, p.486. Ed. Clie, Terrasa (Barcelona) 1979.
[9] Artículo de P.J. Toner en , “The Catholic Encyclopedia”, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton Company Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA.
[10] Ibíd.
[11] Ibíd.
[12] Lenzenweger, Josef; Stockmeier, Peter “Historia de la Iglesia Católica”. Ed. Herder, S.A. Barcelona Octubre-1989.
[13] Wilton M. Nelson “Diccionario de Historia de la Iglesia”, p.222,223. Ed. Caribe, Nasville, TN. EE.UU.
[14] Artículo de T.B. Scannell en “The Catholic Encyclopedia”, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton Company Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA.
[15] P. Antonio Rivero, L. C. “Historia de la Iglesia”, p.24 y35. www.scribd.com/doc/8959318/

[16] Alejandro Bertolino “La Catequesis en la Antigüedad” Revista: “Catechisti nella città”, Roma, 1995, p. 3-11.
[17] Combi Jean,  P “La Historia de la Iglesia”, 1. De los Orígenes al Siglo XV, Pg. 44-52.
[18] Artículo de T.B. Scannell en “The Catholic Encyclopedia”, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton Company Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA.
[19] Ibid.

[20] Jean Daniélou, S.J., “La catequesis en los primeros siglos”, Ed. Monte Carmelo, 1998
[21] Nota al pie nº 2 en el texto de Murphy haciendo referencia a: J. Warwick Montgomery “Exorcism: is it for real?” Christianity today (July26, 1974)
[22] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.53 “La realidad, la causa, la cura”. (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994.
[23] “Oleos de exorcismo”, “renuncias a Satanás” ¿No nos suena esto de algo en relación con las prácticas de “Guerra Espiritual” de los adherentes a estas enseñanzas? Pareciera que en nuestros días hemos querido reproducir estos ritos y costumbres  extra bíblicos de antaño aplicándolos a nuestro particular concepto de Guerra Espiritual.
[24] Este texto está recogido en el Rituale Romanum, Ritual Romano utilizado dese 1614, (del cual existe hoy una versión actualizada llamada De exorcismis et supplicationibus quibusdam, 1999). En el Ritual Romano se hallan claras referencias a la “Tradición Apostólica” de San Hipólito de Roma. Estos rituales se han venido utilizando por la iglesia católica durante siglos y constituyen en sí un conjunto de escritos y manuales que son de importancia fundamental para el conocimiento de la liturgia romana. Rituale Romanum Pauli V Pontificis Maximi Jussu Editum, Aliorumque Pontificum Cura recognitum. Atque ad normam Codicis Juris Canonici accommodatum. SSMI D. B. PII PAPAE XII auctoritate ordinatum et auctum. Editio I Juxta Typicam Vaticanam: XII DE EXORCIZANDIS OBSESSIS A DAEMONIO (Sobre el exorcismo de los obsesos por el Demonio).
Nota: Para más información sobre el tema se puede consultar “Iniciación a la liturgia de la Iglesia” p.150-151, de José A. Abad Ibáñez, José Antonio Abad, Manuel Garrido Bonaño,Edition 2. Ediciones Palabra, 1988. También, Jean Danielou, L Rogier, Henri-Irénée Marrou “Nueva historia de la Iglesia” pag.198. Ediciones Cristiandad, 1982. Así como interesantes web: Hipólito y la Tradición Apostólica www.conoze.com/Padresapostólicos .
[25] Ed. Murphy, “The handbook of Spiritual Warfare” (Manual de Guerra Espiritual), Cap.1 “Cosmovisiones en conflicto”. (Nashville, TN: Editorial Caribe Inc.) 2000, © 1994. Ver nota al pie de J. Warwick Montgomery “Exorcism: is it for real?”Christianity today (July26, 1974), así como las referencias a Jeffrey Burton Russell en “Satan: the early Christian Tradition”, Cornell University Press, Ithaca, N.Y., 1978.

[26] Obsesión (ataque satánico desde el exterior) y posesión (entrando en él), son dos formas en las que se creía que Satanás atacaba a las personas.
[27]  Artículo de P.J. Toner en , “The Catholic Encyclopedia”, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton Company Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA.
[28] Hipólito “Tradición Apostólica”
[29] Samuel Vila-Dario A. Santamaría, “Enciclopedia Ilustrada de Historia de la Iglesia”, Padres de la Iglesia,pg.486. Ed. Clie, Terrasa (Barcelona) 1979.
[30] Jean Daniélou, S.J., “La catequesis en los primeros siglos”, Ed. Monte Carmelo, 1998
[31]El rito presente de exorcismo usado por la Iglesia está en perfecta concordancia con la enseñanza de los Padres y es prueba de la continuidad de la Tradición Católica en esta materia”. Artículo de P.J. Toner en , “The Catholic Encyclopedia”, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton Company Online Edition Copyright © 1999 by Kevin Knight Enciclopedia Católica Copyright © ACI-PRENSA.